18 de Julio 1924

Todo empieza un 18 de julio de 1924, incluso antes de eso creo yo, pero esa es mi fecha inicio.
Pasan los días y parece inevitable el surgir de momentos con ella, verla sentada en su banco cojo color blanco pelando porotos mientras la tetera hervía. Su vestido verde con puntos, sus lentes o la forma en cómo acariciaba sus dedos de las manos, apoyadas ligeramente sobre la mesa mientras contaba alguna historia. Recuerdo su risa, su voz... no quiero olvidar los detalles.

El piano, su preciado piano, no le gustaba mucho que lo tocara pues pensaba se lo echaría a perder pero eran tantas mis ganas que hacía caso omiso a ese recelo y tocaba igual, practicaba los temas de Bosques de mi mente "trenes de juguete" o los clásicos de Yann Tiersen aparecidos en Amelie mientras ella tomaba su casi religiosa siesta de verano.

Casi todos los veranos viajábamos a Chile, específicamente a Los Andes y La Serena. Después de 2 meses en ese departamentito con tremenda terraza (era tan grande que creo esa era la razón por la cual se me olvidaba que pasaba los días adentro de un departamento) que albergaba un pequeño jardín de plantas y flores, después de pasar tardes viendo Sábado Gigante y de las onces de pan tostado con mantequilla y té, llegaba la hora de partir. Y esa imagen no se ha borrado de mi cabeza: ella acercándose a la puerta de entrada con ese vaivén de cadera (tenía hacía años problemas en su columna, pies y cadera) tomando la manilla, ella en ese vestido con sus lentes y pelo teñido, rizado y peinado de peluquería, dándome una sonrisa para esconder la tristeza que finalmente me revelaban sus ojos llenos de lágrimas por nuestra partida.

El lunes 23 de enero del 2017, casi a la 13:00 hrs, fui yo quien te vio partir tras una caravana de personas y de fondo sonaba el "Ave María", y era yo esta vez quien tenía sus ojos llenos de lágrimas, el corazón apretado sin poder creer que afuera llegaba un sol tan radiante que me hubiera encantado tus ojos pudieran ver...

Te fuiste un 21 de enero, pleno verano.

Entiendo el por qué te querías ir, pero cuesta mucho asimilar que alguien como tú, quien fuera mi única abuela por al menos 18 años durante los cuales me diste la dicha de sentirme amada y mimada como nieta, ya no estuvieras allí físicamente en alguna parte del mundo. Que cuando preguntaran por mi abuela yo diría ''Ella vive en Los Andes''.

Pero esa historia ha terminado y ahora comienza una nueva, no tengo idea si de algún tipo de experiencia en alguna línea del tiempo pueda volver a reencontrarme contigo pero doy gracias por la dicha de haberte tenido en mi vida y por los momentos entregados.

Gracias por dejar grabado en mi una de las más lindas experiencias que pueda entregar la vida: ser nieta. Estés donde estés, vaya a donde vaya, nunca te olvidaré.

Gracias abuelita, 
te amaré por siempre.




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